Recuerdos de una vida olvidable…
Un ‘macho’ viéndose en el espejo de letras
Fecha: 20/03/2023 Por: Manuel Rivera S
Cuando me dijo que el cuadro que
estaba en la sala había sido pintado por su madre, mi abuela, provocó en mí una
reacción contradictoria: me sentí orgulloso por tener entre mis orígenes a una
artista extraordinaria, pero también experimenté tristeza al compartir la
frustración que la autora seguramente sintió, cuando su entorno y familia la
condenaron a someterse a un esposo y servir en un hogar para nunca más volver a
pintar.
Entendí
también la magnitud del crimen de la sociedad timorata y silente ante la
imposición de la fuerza como directora de vidas y la esclavitud disfrazada de
roles creados a conveniencia del sistema patriarcal, que transgredieron el
derecho de mi mamá a ser maestra y no sólo ama de casa, como me lo expresó al continuar
su conversación en la etapa de despedida en la que hoy está.
El día que frente a la realidad
cierre los ojos estaré cerrando también mi paso por la vida. Observar aquello
que no le gusta a las personas, sería el primer paso para intentar cambiarlo. Evadir
o negar la percepción que forma la realidad del hombre, no la desaparece y sí puede
eternizarla.
Dejo constancia así de esos
recuerdos y elementales reflexiones poco después de las marchas en el país
realizadas el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.
Ese miércoles, con la solidaridad de
mi esposa, se manifestaron mis hijas junto con miles de mujeres más para hacer
valer su derecho a la justicia y equidad, conjunto que en su admirable mayoría estaba
formado por mexicanas de paz y vocación de libertad. A todas ellas las observé defendiendo
las causas de mi abuela y madre.
Ni las provocaciones de siempre en la fantasía de “lo diferente” o de
“lo nuevo”, ni la rabia desbordada de algunas manifestantes, lograron distraer mayormente
la atención en la esencia del movimiento feminista, como podrían desearlo quienes
buscan conservar el poder producto de la fuerza y temen la victoria de la razón.
Encontrar los motivos de esa lucha es tan sencillo como percibir la
actitud defensiva de una mujer al coincidir en la calle desierta con un desconocido,
percatarse de casos en los que ella desempeña trabajos iguales a los del varón
y recibe salarios inferiores a los de este, escuchar que de las más de 100 mil
personas desaparecidas en el país cerca de una cuarta parte son del género
femenino o leer el comunicado de prensa del Instituto Nacional de Estadística y
Geografía (INEGI), fechado el 30 de agosto de 2022, informando que “En México,
70.1 % de las mujeres de 15 años y más ha experimentado, al menos, una
situación de violencia a lo largo de la vida”.
Los seres humanos jamás deberíamos permanecer pasivos ante los hechos contrarios
a la razón y el derecho, como aquellos que pretenden dar a las mujeres un papel
de subordinación ante los hombres. No concibo la existencia del desarrollo, sin
la equidad de género, pues nada en una sociedad de bienestar podría estar ajeno
a la justicia.
La equidad debe dejar de ser mero pronunciamiento retórico, para
convertirse en realidad de todos los días reflejada en el trato igual, respeto
y defensa que la mujer merece por naturaleza, ley y razón.
Creer que un régimen es condescendiente cuando dice reconocer los
derechos de las mujeres, equivale a pensar que es el buen ánimo del hombre el
que da permiso al sol para que salga. Porque las mujeres de mi vida me
enseñaron que no piden favores, sino que reclaman respeto a lo que les
corresponde, considero no únicamente justa su lucha, sino también necesaria,
pues ¿cómo podría avanzar una comunidad con el impulso de sólo la mitad de sus
integrantes?
El valor de la gente radica en sus ideas, educación, talento, trabajo y
vocación de servicio, no en su género, condiciones socioeconómicas o cualquier
otra etiqueta diferente a la de su esencia humana.
Debe por lo tanto dejar de asumirse a las mujeres solamente como seres
vulnerables, entendiendo que la gran asignatura pendiente con ellas no está
relacionada con la vulnerabilidad, sino con la justicia e igualdad.
Creer en un ser humano distinto sólo será posible cuando exista uno que
ni ría ni llore, que no tenga sueños ni viva alentado por la esperanza, que permanezca
imperturbable ante las caricias, que poco o nada le importe la integridad y
libertad de su cuerpo.
Repudio el vandalismo, pero más que mi abuela y madre hayan sido
avasalladas.
riverayasociados@hotmail.com
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